Las denominadas psicosis - Parte 1


Por Dr. Ryke Geerd Hamer

El recorrido realizado hasta el descubrimiento de la etiología (causa del origen) de las denominadas enfermedades mentales y psicopáticas.

Después de haber obtenido mi habilitación como médico encontré mi primer puesto de trabajo en la clínica universitaria de psiquiatría de Tubingen. Las denominadas psicosis que allí vi fueron para mí, un joven médico, las más terribles y desesperanzadoras de las cosas que se pueden imaginar. Aquellas personas, entre las que también las había muy jóvenes con esquizofrenia juvenil (la denominada hebefrenia), aquellas personas en nada distintas de ti, lector, o de mi, que tenían sus sueños y sus esperanzas como nosotros, estaban todos metidos en redil como los animales en el “departamento cerrado”. Nadie sabía de hecho cual era la enfermedad que realmente tenían estas personas dignas de lástima.

En la melancolía, la denominada “depresión endógena” la sintomatología es bastante uniforme por lo menos, pero en las denominadas psicosis esquizotímicas, o de forma más breve, esquizofrenias, hasta ahora ningún psiquiatra ha sido capaz todavía de establecer cual debe ser el criterio decisivo de la enfermedad.

Era ya demasiado aceptar que todas estas sintomatologías tan diversas fuesen una única enfermedad. De hecho, ¿qué tiene en común una persona afectada de una presunta “manía persecutoria” con una que tenga la manía de lavar o con una que “oye voces” en el entresueño o con la que tiene una denominada catatonia, una “irritación rabiosa”? Y también, ¿qué tienen en común estos cuadros sintomáticos con las diferentes formas de psicosis de tipo depresivo, a menudo alternantes con fases maniáticas, depresiones ansiosas o denominadas depresiones regresivas, que son las depresiones durante o tras la menopausia? ¿O qué tienen que ver con las depresiones del embarazo?

En realidad nada de nada por cuanto se debería poder ver si se tratase de una enfermedad única. Sin embargo tienen una cosa en común, mediante la cual la jerga popular ha encontrado una definición: están “idos”, queriendo decir con ello que es como si se hubiesen “ido” de su estado psíquico anterior. Desde entonces hasta ahora siempre he tenido el gran deseo de poder ayudar como médico a estos pobrecillos.

Espero y creo que ahora haya conseguido hacerlo. Desde hace tiempo en todas las clínicas psiquiátricas del mundo se trata de encontrar inútilmente la causa de la enfermedad psicosis en las vivencias pasadas del paciente. Cierto es que no se ha podido pasar por alto que las experiencias decisivas, en particular las experiencias conflictivas, precedían a la manifestación de una “enfermedad psicótica”, Pero toda la buena voluntad no fue bastante para descubrir un sistema. El enigma tan difícil era en realidad fácil, como veremos en el curso de este capítulo.

Si alguno de vosotros, queridos lectores, sabe algo de psiquiatría o ha reflexionado alguna vez sobre la “enfermedad más frecuente en el mundo”, entonces al final de este capítulo se le abrirán los ojos y dirá: “Ahora está todo claro, de hecho no podía ser de otra manera”. Como ya algunos suponían, la esquizofrenia, entendida como “pensamiento dividido”, podría derivar del hecho de que los hemisferios cerebrales no “piensan al mismo ritmo”. Pero por el contrario a ninguno se le ha ocurrido pensar, si bien a partir de ahora la cosa será obvia, que eso puede ser debido a dos conflictos biológicos activos diferentes.

Casi todas las clínicas psiquiátricas disponen hoy día de tomógrafos computerizados, pero a ninguno se le ha ocurrido utilizarlos, ya que normalmente los psiquiatras no saben nada de TAC y los neurorradiólogos no están interesados en los conflictos (biológicos). Al 99% de los pacientes denominados esquizofrénicos no se les realiza ningún TAC, dado la ausencia de “sintomatología neurológica”.

Podéis estar seguros, queridos lectores, que antes de escribir este capítulo he reflexionado intensamente durante años sobre la posible relación entre los conflictos biológicos y la psicosis.

Ya antes de mi estudio sobre el infarto cardiaco en la clínica universitaria de Viena en 1984, descubrí y publiqué que existen relaciones conflictivas respecto a la denominada depresión endógena (que de hecho no tiene un origen endógeno). La esquizofrenia me ha costado mayores fatigas, sobretodo por la falta de colaboración de mis colegas de entonces, que a menudo se negaban a realizar una TAC cerebral a los pacientes esquizofrénicos.

Me vino bien conocer con la máxima exactitud, gracias a la actividad que desarrollé en la clínica universitaria de Tubingen, toda la problemática del método de diagnóstico. Lo que uno llama psicosis, para otro es una “crisis nerviosa” o se dice que el paciente ha “enloquecido”, “se le ha ido la cabeza” o “se ha vuelto loco”.

Es grave para un paciente si el informe médico de una clínica universitaria habla de psicosis, ya que entonces el pobrecillo será considerado un “monstruo” por el resto de su vida. Aunque se le trate “humanamente” nadie le volverá a tomar en serio. Por todos lados encontrará caras indulgentes que lo compadecen. Y en general será excluido de la sociedad de los hombres a los que se toma en serio. Y es extraño como sucede a menudo. Un joven colega mío del pasado en Tubingen tenía la ambición de ser “especialista de los sueños”, como era y sigue siendo por temporadas la moda en la psiquiatría.

Cuando interrogó respecto a sus sueños a un paciente, del que ninguno sabía que podía tener ya que nada cuadraba, este paciente le confesó que había oído hablar a su madre en sueños. El fanático asistente fue un poco más allá y le preguntó si quizás eso no había sucedido en el entresueño. El paciente medio admitió que durante el sueño no se puede saber si se está medio despierto, y entonces el “joven Esculapio” se preparó para el golpe definitivo: “¿estaba quizás despierto del todo cuando creyó haber oído la voz de su madre? El inocente paciente no lo excluyó por completo, dado que no sabía a donde quería ir a parar el doctor.

Apenas hubo escuchado la media “confesión” de esa posibilidad, interrumpió de repente el interrogatorio y como un gran inquisidor y con cara satisfecha escribió con grandes letras sobre la primera página: “¡Vox!”. Con “vox” quería decir que el paciente oía voces y con eso para el pobrecillo ya estaba escrita su condena a muerte moral. Oír voces significa que el paciente es esquizofrénico y, si es así, lo es para siempre. Un pequeño instante a la ligera había arruinado al paciente para el resto de su vida, evidentemente a causa del fanatismo cínico y falto de escrúpulos del joven médico.

Desde aquel momento ninguno se interesó más por los sueños del paciente, el diagnóstico estaba listo y decía: esquizofrenia paranoica alucinatoria. Normalmente el paciente no se libera de un diagnóstico semejante hasta el final de su vida: una vez loco, loco para siempre.

Si en un tiempo no muy lejano, en el que sólo habrá una medicina, los historiadores se tomaran la molestia de recorrer cada paso del descubrimiento de la Nueva Medicina, entonces admitirán que estos conocimientos adquiridos gradualmente no me han caído del cielo por las buenas, sino que a menudo fue un combate fatigoso y complicado, que ha significado muchas veces repetir los mismos errores.

Incluso cuando se ha descubierto cualquier cosa nueva se corre siempre el riesgo de caer en los viejos esquemas mentales. En la ciencia, mientras que lo que se descubran sean solo “pequeños pasos”, no hay ningún problema. Pero otra cosa es cuando se dice que una (pseudo)ciencia está equivocada en todo o en casi todo. ¡Se abren las puertas del infierno! De hecho se considera justo, y sobre todo serio, aquello que todos consideran justo. Debo confesar con honestidad que yo mismo, a ratos, he vuelto a caer en el viejo modo de pensar dogmático, aunque ya hubiese llegado a mis nuevos conocimientos.

Me fue útil el hecho de haber estudiado en física que los conocimientos empíricos y las conclusiones ideológicas son dos cosas muy diferentes. De este modo, durante otros dos años, he seguido creyendo que se debía considerar el cáncer como algo maligno. Hablaba erróneamente de un “cortocircuito” en el ordenador cerebro. Sólo con la tercera y la cuarta ley biológica se ha esbozado casi obligatoriamente la quinta ley. Y así he comprendido que todos estos fenómenos que hemos llamado “enfermedades” partiendo solamente de los síntomas, son solo parte de programas especiales, biológicos y con sentido (EBS). Las dos primeras leyes biológicas eran y siguen siendo correctas, pero las conclusiones conceptuales que de ellas había sacado estaban equivocadas, es decir, representaban una recaída en los viejos sistemas mentales ya superados de “bueno” y “malo”, o dicho de otro modo “benigno” y “maligno”.

Algo parecido sucedió con las denominadas psicosis: creo que había interpretado correctamente las causas de las depresiones, manías y las denominadas constelaciones esquizofrénicas. Pero creí también que había que considerar estas constelaciones esquizofrénicas como “nada va bien”, es decir, el ordenador cerebro ha dado el mensaje de “error”.

De nuevo fue una recaída en los viejos esquemas equivocados. Incluso mi suposición de que el sentido de este “desconectar” fuese esperar tiempos mejores en los que se pudiesen resolver los dos conflictos era correcta solo a medias. Con la quinta ley biológica la madre naturaleza ha enseñado de nuevo a este pequeño aprendiz de brujo que ella no hace nada sin sentido. Solo nuestra ignorancia es insensata y peligrosa. Solo después de que la madre naturaleza me ha enseñado otra vez la lección se me han abierto los ojos. Estoy contento de poderos mostrar en esta edición el mas reciente fruto de mis descubrimientos. Creo que me daréis la razón en el hecho de que esta conclusión final es correcta y demuestra tener un sentido, por supuesto un sentido biológico. Y va más allá:

Nota:

Cada una de las denominadas constelaciones esquizofrénicas, es decir, cada combinación de dos programas especiales, biológicos y con sentido (EBS) tiene un nuevo sentido biológico especial propio. Se podría incluso hablar de un sentido biológico específico de la combinación de dos programas especiales biológicos y con sentido.

Esto es tan emocionante que es normal que a cualquier persona normal, acostumbrada a pensar en la manera antigua, se quede sin palabras. ¿Hasta la locura, la paranoia, eso que presumiblemente tenía todavía menos sentido que las células cancerosas degenerativas, hasta esto sería un programa biológico con sentido? ¡Parece casi inconcebible!

Al final hemos metido a estas personas infelices en departamentos cerrados, casi en prisiones, porque creíamos que estaban afectados por enfermedades psíquicas hereditarias, malignas e incurables. Creíamos que teníamos que proteger a la comunidad de estos “locos sin voluntad incapaces de comprender”. Ahora reconocemos que no era así. Que la relación con estas personas se pueda realizar de un modo diferente se demuestra con el ejemplo de Italia, donde ya desde hace años no existen las instituciones psiquiátricas. Según indican las experiencias referidas, va mucho mejor que antes. Las instituciones psiquiátricas se volvieron innecesarias. Ahora en Italia, para los casos especialmente graves, hay habitaciones especiales en los grandes hospitales.

Fuente: Dr. Ryke Geerd Hamer - "El Legado de una Nueva Medicina", Tomo 2, capítulo 2.1

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