Las verdaderas causas de la hipertensión, y los peligros de la medicación

Por Loulou Bédard

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La hipertensión arterial es una de las patologías más frecuentes y más preocupantes en los países industrializados. El lucrativo mercado de los antihipertensivos se consolida como un negocio redondo que renta millones de dólares en cada país civilizado. Si bien es fácil conseguir disminuir la presión arterial (PA) con las poderosas medicinas producidas por la industria, las consecuencias de una caída de tensión pueden llegar a ser dramáticas −mucho más que el propio acceso hipertensivo en sí mismo−; sus abundantes efectos secundarios son bien conocidos.

La hipertensión arterial −o alta presión sanguínea− se caracteriza por una fuerte presión de la sangre sobre la pared de las arterias. En situación de estrés, o durante un esfuerzo físico, es normal que la tensión arterial se eleve; pero cuando se mantiene elevada constantemente, aún durante el descanso o en ausencia de estrés, se diagnostica como hipertensión arterial esencial o primaria.

Pero, ¿cuáles son las causas?

Por parte de la medicina tradicional, no tenemos respuesta a esta cuestión; a lo sumo, se dispone de hipótesis, de factores y de estadísticas, dicho de otra manera, hacemos malabarismos con suposiciones, lo cual no es muy científico. Al principio, ya que la hipertensión es generalmente asintomática, la descubrimos a menudo solo en el momento de un examen médico.

Medimos la tensión arterial tomando en cuenta dos valores: la presión sistólica −cuando la sangre pasa del corazón a la aorta− y la presión diastólica −medida entre dos latidos−. Según el protocolo que la Organización Mundial de la Salud definió para medir la tensión arterial, hablamos de hipertensión cuando la primera cifra sobrepasa 16, cuando la segunda sobrepasa 9,5, o cuando se sobrepasan las dos al mismo tiempo. Estas medidas son adaptadas según los países. En Quebec (Canadá), los valores inferiores a 14/9 son considerados como «normales».

Debemos tomar las medidas regularmente antes de confirmar un diagnóstico, porque el estrés en el momento del examen (bien conocido como «hipertensión de la bata blanca»), un esfuerzo físico u otros factores pueden influir sobre estas medidas; de hecho, sabemos medir los valores y podemos hacerlo, en casa o en una farmacia, sirviéndonos de un tensiómetro.

Sin embargo, la medida de la tensión arterial no nos dice nada en cuanto a la causa de la hipertensión

Por ejemplo, si uno de sus padres o abuelos sufre de hipertensión, enseguida se recurre al factor genético; si no es el caso, se buscan otras hipótesis, por ejemplo, si el paciente está estresado, entonces el factor estrés será alegado. Pero, estas respuestas se alejan del rigor. Considerando que este factor está unido en lo sucesivo a todas las patologías inimaginables y que se desconoce su causa exacta, estas conclusiones ya no son tan serias.

Entonces, ¿por qué el estrés provoca trastornos digestivos en una persona, problemas cardiovasculares en otra y fibromialgia o hipertensión arterial en una tercera?, por mencionar solo algunos ejemplos posibles.

Por fin, si no es genético ni causado por el estrés, se rastrea el modo de vida: si la persona se alimenta mal, si fuma, si no hace ejercicio físico, si su cintura mide más de 80 cm, etc. Con estos procedimientos, de un modo u otro, acabaremos por encontrar una causa posible a su hipertensión, pero, si la persona tiene un modo de vida ejemplar, tanto el profesional del que dependemos como el propio paciente se sentirán comprometidos y molestos ante tal desconcierto.

¿Diremos que probablemente uno de sus antepasados lejanos debía sufrir de este mal o invocaremos la fatalidad? Así, la causa permanece desconocida, pero paradógicamente la solución medicamentosa se aplica a todos.

“Salvo en los casos severos, la hipertensión arterial es una enfermedad crónica más o menos silenciosa cuyas repercusiones se observan solo después de varios años. Así pues, es importante diagnosticarla y tratarla. El tratamiento de la hipertensión será instaurado casi siempre de por vida”, según la medicina de Estado.

Conclusión: hipertensión y medicación de por vida para numerosos pacientes de esta medicina, y todo por no encontrar y no resolver la causa de una vez por todas.

Según su modo de acción, los antihipertensivos prescritos presentan diferentes efectos secundarios y son susceptibles de interactuar con otras sustancias. El efecto secundario más común es la hipotensión, es decir, una reducción demasiado importante de la tensión arterial −la hipotensión ortoestática, por ejemplo−. En otras palabras, no solo no resolvemos nada, sino que las medicinas pueden inducir también a otros trastornos de salud, incluso a aquellos que supuestamente previenen.

La mayoría de las personas afectadas toma antihipertensivos porque se les dijo que la hipertensión era arriesgada: arteriopatía, infarto, ACV, etc; aún así, todavía son hipótesis, sin otro fundamento científico que observaciones e interpretación de estas. Los beta bloqueantes, por ejemplo, disminuyen la frecuencia cardíaca y el flujo sanguíneo a nivel de todos los órganos; los diuréticos disminuyen el volumen sanguíneo. 

Y, ¿cuáles son las consecuencias?

En cardiología, se prescribe, entre otras cosas, antihipertensivos según el protocolo a todos los pacientes sin distinción. La idea que apoya que “una disminución demasiado importante de la presión arterial diastólica podría aumentar el riesgo cardiovascular” ha sido sugerida, sin embargo, desde finales de los años 70 y varios estudios que pretenden refutar la teoría de la «famosa curva en J» han sido publicados en el transcurso de las dos últimas décadas. Curiosamente, evitamos informar a los médicos y a sus pacientes sobre este hecho. Los productos farmacéuticos propuestos para el tratamiento de la hipertensión se concentran, a propósito, sobre el tratamiento de los síntomas; en los hechos, las estrategias médicas, medicamentosas o no, son más deletéreas que beneficiosas.

Los estudios de poblaciones (en los cuales la incidencia de la patología en una población dada es comparada con la anotada en otra población que presenta un nivel diferente de exposición al supuesto factor causal) son a menudo los primeros estudios propuestos, pero las asociaciones observadas entre medidas agregadas no son reproducidas al nivel individual, lo que representa ya el primer desvío.

Numerosos estudios clínicos disponibles concuerdan sobre los beneficios de micronutrientes no patentables, como el aminoácido arginina y el magnesio. Colmarían la carencia latente en millones de células de la pared vascular y distenderían así las paredes del vaso sanguíneo, lo que permitiría aumentar el diámetro del vaso sanguíneo y contribuir a normalizar la hipertensión, según el Dr. Matías Rath: “Los productos farmacéuticos evitan deliberadamente corregir los «espasmos» de las paredes del vaso sanguíneo, que constituyen la primera causa de la hipertensión. Desde entonces, evitando deliberadamente curar la enfermedad, estas medicinas tienen efectos secundarios nefastos durables, provocando potencialmente numerosas nuevas enfermedades y por lo tanto nuevos mercados farmacéuticos (…). A nivel mundial, varias centenas de millones de pacientes con hipertensión no son curados en consecuencia directa de los actos cometidos por los acusados (los farmacéuticos). El número de muertos aumenta diariamente.”

“La medicina ha progresado tanto que ya nadie más está bien de salud”, anotaba con razón Aldous Huxley.

La evaluación de la medicina, de los medicamentos y de las estrategias de prevención se volvió lo suficientemente opaca como para llegar a ser incomprensible por la mayoría de los pacientes y por numerosos profesionales de salud. El médico prescriptor a menudo no sabe más que su paciente. Así, todo se conjuga para cada vez hacer más incomprensibles los fundamentos de la actividad médica y de la prescripción, de modo que hasta un periodista especializado en la divulgación científica puede fácilmente perder allí el oremus. Los trabajos científicos se apoyan en trabajos precedentes y los mismos en trabajos anteriores; al mismo tiempo, las referencias a los trabajos de resultados contradictorios son ausentes. Tendemos a olvidar que las citas en cascada apoyan solo la hipótesis. La industria farmacéutica hizo fortuna, y sigue haciéndola, gracias a las prescripciones de los médicos. Es ella también quien financia su formación, sus expertos, sus investigaciones, sus accesos a la información profesional. En fin, los investigadores independientes tienen poca suerte de ser oídos. Esto no es nuevo.

“Los médicos son hombres que recetan medicinas de las que saben poco, para curar enfermedades de las que conocen menos, en seres humanos de los que no conocen nada.”, escribía Voltaire en sus Épigrammes.

Existen alternativas sin efectos secundarios del lado de las medicinas paralelas, entre las que encontramos la homeopatía, la acupuntura y la herboristería. No obstante, ciertas personas tienen el valor de pedir consejo a su profesional de salud −es decir, a aquel que le prescribe antihipertensivos (o incluso a su farmacéutico)− para saber qué piensa al respecto de ellas, como si este pudiera pronunciarse sobre una ciencia que no conoce y no practica!

Las estrategias de investigación más sensibles en MEDLINE de los estudios sobre los riesgos terapéuticos han sido publicadas y están disponibles en la página de internet del Centre for Evidence-Based Medicine Web. Para saber más sobre de las cuestiones más discutidas actualmente en lo que respecta al abordaje de la hipertensión arterial (HTA), remitirse a la hipótesis de la «curva en J.» (Hansson L, for the BBB Study Group. The BBB study: the effect of intensified antihypertensive treatment the level of blood pressure, side-effects, morbidity and mortality in «well-treated» hypertensive pacients)

Entre los estudios sobre los riesgos de los medicamentos, un estudio que prueba la incidencia del infarto entre los hombres tratados: Blood Press 1994; 3:248-54. Merlo J, Ranstam J, Liedholm H, y al. Incidence of myocardial infarction in elderly men being treated with antihypertensive drugs: population based cohort study. BMJ 1996; 313:457-61.

¿Qué decir de las ‘otras medicinas’?

En Medicina Tradicional China, en caso de hipertensión arterial, nos dirigimos hacia los riñones; el médico y el acupuntor tratan el meridiano que les corresponde. Así, la causa de la hipertensión arterial es esencialmente para esta medicina milenaria un problema renal y no cardiovascular u otro.

Nuestros riñones tienen como primera función la filtración de la sangre y la formación de la orina. Contribuyen así al mantenimiento del equilibrio de los líquidos del organismo. Sabemos que beber suficiente agua facilita su trabajo. Pero si este trabajo es trabado, la presión aumenta. Y eventualmente, la persona podría sufrir de insuficiencia renal.

La tensión arterial es la presión ejercida por la sangre en los vasos sanguíneos, desde luego, pero es regulada naturalmente a diferentes niveles, particularmente renal, hormonal y nervioso. El primer nivel, son los riñones. Este hecho no es desconocido por los nefrólogos, que saben que dos mecanismos de ataques renales pueden explicar una hipertensión arterial: la afección de la arteria que alimenta el riñón en sangre y la afección del riñón mismo.

A veces, ocurre que la arteria que lleva la sangre al riñón es tapada o presenta un estrechamiento; una placa de ateroma o de aterosclerosis crea un bloqueo. Así como la sangre llega menos al riñón, este fabrica en consecuencia unas sustancias que favorecen la aportación de sangre, por ejemplo la renina, la angiotensina y la aldosterona, las cuales provocan una elevación de la presión arterial. Los nefrólogos refieren en este caso un hiperaldosteronismo secundario, porque la aldosterona no es secretada entonces directamente por la glándula suprarrenal, sino indirectamente por una cascada de reacciones químicas debidas a la oclusión de la arteria renal.

Un hecho sigue siendo cierto, todos los ataques graves y crónicos del riñón pueden inducir una hipertensión arterial. Los mecanismos de la hipertensión arterial son mixtos: por una parte, el riñón filtra menos agua y así aumenta la presión en las arterias y, por otra parte, el riñón secreta sustancias que contraen las arterias, responsables de un aumento de la presión arterial.

Unos antihipertensivos (según el caso, alfa bloqueadores, beta bloqueadores, inhibidores cálcicos o tiazidicos, hipopotasemiantes, etc.) son utilizados, solos o en asociación, para restablecer una tensión arterial normal en caso de hipertensión. Los diuréticos tiazidicos (hipopotasemiantes), por nombrar un ejemplo, aumentan artificialmente el fenómeno de eliminación del agua por parte de los riñones. Una disminución del volumen sanguíneo y así de la tensión arterial es obtenida de esta forma, pero, ¿a qué precio? Los principales efectos secundarios son significativos: disminución de las tasas sanguíneas de potasio (potencialmente gravísimo), de la glucosa, del colesterol o del ácido úrico (gota), hipotensiones ortoestáticas, etc.

En Fitoterapia, el espino blanco (en tintura: flores, hojas, bayas) −un tónico cardiovascular que actúa en profundidad y que debe ser tomado a largo plazo (en fase de reparación según la Nueva Medicina Germánica)− es particularmente indicado para la hipertensión. Poner a macerar, 30 días en alcohol (vodka), 1 parte de espino blanco por 2 o 3 partes de alcohol (debe cubrir bien las bayas frescas y cortadas), filtrar y embotellar en botellas de vidrio oscuro. Tomar de treinta a cuarenta gotas 3 veces al día, 30 minutos antes de las comidas. Su infusión también es muy agradable al gusto (1 c. sopera de hierbas secadas en una taza de agua hirviente, tres veces al día, tres semanas al mes). Ningún efecto secundario.

Recomendamos también el ajo: hacemos macerar una parte de ajo en cinco partes de alcohol (vodka) durante un mes, luego filtrar y embotellar en botellas de vidrio oscuro; 20 a 30 gotas antes de las principales comidas, se puede tomar al mismo momento que la tintura de espino blanco. Las cápsulas de ajo vendidas en el comercio han perdido ya la eficacia (según los herbolarios consultados, la marca Kyolic se salva de esta advertencia).

El muérdago es recomendado también, ya que es un tónico cardíaco puro e hipotensor eficaz, pero exige una prudencia mayor que el espino blanco, esencialmente porque contiene lectinas especiales −una sustancia que puede favorecer la aglutinación de los glóbulos rojos−. En otras palabras, conviene evitar la improvisación y seguir al pie de la letra las prescripciones del herbolario.

Según la Nueva Medicina Germánica,

fundada sobre cinco leyes biológicas naturales e irrefutables, descubiertas por el Dr. Ryke Geerd Hamer −y que se comprueban como la imagen misma de nuestra evolución−, la hipertensión «esencial» o «compensatoria» tiene siempre e invariablemente por origen un choque biológico, en este caso un «conflicto de líquido». 

El relé en el cerebro, visible sobre una escanografia cerebral, está ubicado en la médula cerebral y corresponde precisamente a la parte del riñón que asegura la filtración de la sangre, llamada parénquima renal. Mientras el conflicto, y así la causa, no es identificado y resuelto, la condición física permanece crónica.

¿Que entendemos por ‘conflicto de líquido’?

Un ‘conflicto de líquido’ se define como un acontecimiento inesperado que toma al individuo a contrapié y que implica cualquier líquido, incluso si éste se presentase en sus otros dos estados, gaseoso y sólido (generalmente, el agua es el líquido que más fácilmente podemos encontrar en los tres posibles estados). La sangre, sin embargo, constituye una excepción y no entra en el marco de la definición de ‘conflicto de líquido’. Por citar solo algunos ejemplos de casos reales observados en Nueva Medicina, este líquido puede ser pues, entre otras cosas, el agua, el alcohol, la orina, el aceite y la leche, así como toda sustancia inyectada en el organismo con la ayuda de una jeringa o por intravenoso.

En principio, el humano no está hecho para que su biología entienda la inyección de líquidos por vía intravenosa (es decir, vacunación, transfusión de sangre, suero, toxicomanía, etc.). Es un acontecimiento reciente en su evolución, la cual progresa desde millones de años y de la que todavía no aprendió a reconocer, a prever. Si el cerebro humano administra mal esta agresión, podría interpretarla negativamente de varios modos, incluyendo un choque biológico relativo a un líquido. ¿Qué ocurre en el momento de tal inyección? Corremos el peligro de provocar la hipertensión.

A partir del momento en que el choque biológico relativo a un líquido se inscribe en la biología, la parte del riñón (parénquima renal) que asegura la filtración comienza a necrosarse (destrucción). Con el fin de mantener una tasa de filtración constante en la parte restante del riñón, habrá pues aumento de la tensión arterial por compensación. Este tipo de mecanismo que implica al sistema renina-angiotensina-aldosterona es estimulado cada vez que la entrada de la sangre al riñón se ve comprometida, cualquiera que sea la causa. Mientras la persona se mantiene en fase activa de este choque biológico, sea por inyecciones repetidas o por miedo constante de la próxima inyección, la hipertensión será continua. Nótese que la hipertensión arterial es pandémica entre los diabéticos insulinodependientes que «se pinchan». Si se prescribe antihipertensivo, el empuje de la sangre hacia la parte restante del riñón disminuye y este ya no filtra tan eficazmente, lo que corre peligro de sobrecargar la sangre. En medicina convencional, cuando se comprueba esta sobrecarga en respuesta a la toma de un antihipertensivo, se cree que estamos en presencia de un fallo renal. Pero la causa es iatrogénica.

Cada conflicto es único y altamente subjetivo. Por ejemplo, en el caso de otros «conflictos de líquido» comprobamos: hipertensión consecutiva a una inundación, a un riesgo de ahogo, incluso a causa del desbordamiento de un aseo (había en este caso un «rail», una memoria sensorial asociada al conflicto: la señora vivía todavía en la misma casa y pasaba a menudo delante de su aseo, lo que la mantenía en conflicto activo); o una hipertensión unida a un problema de liquidez (dinero) que constituye un conflicto muy frecuente entre los humanos. Son solo algunos ejemplos. En el momento de la consulta, la persona identifica ella misma el «conflicto de líquido” de origen, así como su «rail», si hay alguno; la capacidad de hacer caso omiso constituye un factor determinante en la normalización de la tensión arterial.

Una vez el «conflicto de líquido» ha sido resuelto y todos los «railes» asociados eliminados, la progresión de la necrosis del parénquima renal afectado cesa automáticamente. Resulta a continuacion la formación de un quiste renal; este quiste, al final de su desarrollo, se convierte en un nefroblastoma, cuya misión es filtrar la sangre al igual que el parénquima renal. La hipertensión se normaliza finalmente.

1 Stewart IM. Relation of reduction in pressure to first myocardial infarction in patients receiving treatment for severe hypertension. Lancet 1979;1:861-5.

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